sábado, 25 de junio de 2011

Contra los miedos, trazabilidad y sentido común

«Ruego a Dios todos los días para que esto no suceda en nuestro mercado, si bien nos puede ocurrir a todos, por mala suerte o por simple distracción. Pero sé que si nos ocurriera a nosotros, al segundo yo sabría exactamente de qué granja y de qué campesino provendría la infección, y entonces me tranquilizo un poco». El director del farmers’ market de Union Square en Nueva York, comentaba de esta forma los sucesos europeos relacionados con la difusión de la bacteria Escherichia Coli. En el viejo continente se han producido más de 35 fallecimientos y millones de euros de daños a causa de la infección alimentaria de orígenes aún inciertos.


Esta historia de psicosis colectiva nos muestra cuan irracionales pueden ser los temores y cómo un sistema como el actual, que debería ser lo máximo en vanguardia en asuntos de seguridad alimentaria, en realidad provoca el efecto colateral de fomentarlos, visto que en casos de emergencia revela toda su debilidad. Temores que se nos revelan siempre en gran parte excesivos, con la gravedad de poner en la picota a enteros sectores productivos sin culpa alguna. Pensemos tan solo en los pepinos, cuyo mercado se ha hundido en toda Europa después de una primera alarma que los situaba en el centro del foco infectivo sin que jamás hubieran sido los culpables. Y acaso, ahora que los más señalados son los gérmenes de soja alemanes de producción biológica, le tocará al grande e importante sector de lo biológico sentirse injustamente en el punto de mira.

¿Estamos pensando quizá en renunciar al consumo de verduras en su temporada mejor? El sentido común sugeriría que es una locura, visto que es suficiente lavar bien las verduras antes de consumirlas para no correr ningún riesgo. Pero el miedo, ya se sabe, es contrario al buen sentido, aunque a veces pueda producir el efecto paradójico de conducir las cosas hacia ámbitos más lógicos. Hoy en toda Europa, quien vende verdura, desde el gran distribuidor hasta el más pequeño comerciante, exhibe carteles y etiquetas para evidenciar la proveniencia nacional del producto. La prematura, apresurada y aterrorizada clausura de las fronteras a muchas mercancías agrícolas ha producido asimismo el efecto de re-nacionalizar y re-localizar a nivel regional los consumos alimentarios. Un regreso a los orígenes muy sugerente respecto al sistema actual de producción y distribución a escalas gigantes como las continentales o globales.


Es, exactamente, lo que decía el director del farmers’ market: si se conoce bien la procedencia de los alimentos, hasta las manos que lo han cultivado, se puede saber de inmediato si esas manos han causado algún problema y se puede poner un rápido remedio. En el remolino mundial de productos alimentarios, por el contrario, hoy se tarda casi un mes en averiguar de dónde viene una partida contaminada y dónde ha ido a parar. Y en la incertidumbre es casi automático sentir miedo, miedo sin sentido. 



Carlo Petrini


Presidente de Slow Food Internacional

Contra los miedos, trazabilidad y sentido común



«Ruego a Dios todos los días para que esto no suceda en nuestro mercado, si bien nos puede ocurrir a todos, por mala suerte o por simple distracción. Pero sé que si nos ocurriera a nosotros, al segundo yo sabría exactamente de qué granja y de qué campesino provendría la infección, y entonces me tranquilizo un poco». El director del farmers’ market de Union Square en Nueva York, comentaba de esta forma los sucesos europeos relacionados con la difusión de la bacteria Escherichia Coli. En el viejo continente se han producido más de 35 fallecimientos y millones de euros de daños a causa de la infección alimentaria de orígenes aún inciertos.

Esta historia de psicosis colectiva nos muestra cuan irracionales pueden ser los temores y cómo un sistema como el actual, que debería ser lo máximo en vanguardia en asuntos de seguridad alimentaria, en realidad provoca el efecto colateral de fomentarlos, visto que en casos de emergencia revela toda su debilidad. Temores que se nos revelan siempre en gran parte excesivos, con la gravedad de poner en la picota a enteros sectores productivos sin culpa alguna. Pensemos tan solo en los pepinos, cuyo mercado se ha hundido en toda Europa después de una primera alarma que los situaba en el centro del foco infectivo sin que jamás hubieran sido los culpables. Y acaso, ahora que los más señalados son los gérmenes de soja alemanes de producción biológica, le tocará al grande e importante sector de lo biológico sentirse injustamente en el punto de mira.

¿Estamos pensando quizá en renunciar al consumo de verduras en su temporada mejor? El sentido común sugeriría que es una locura, visto que es suficiente lavar bien las verduras antes de consumirlas para no correr ningún riesgo. Pero el miedo, ya se sabe, es contrario al buen sentido, aunque a veces pueda producir el efecto paradójico de conducir las cosas hacia ámbitos más lógicos. Hoy en toda Europa, quien vende verdura, desde el gran distribuidor hasta el más pequeño comerciante, exhibe carteles y etiquetas para evidenciar la proveniencia nacional del producto. La prematura, apresurada y aterrorizada clausura de las fronteras a muchas mercancías agrícolas ha producido asimismo el efecto de re-nacionalizar y re-localizar a nivel regional los consumos alimentarios. Un regreso a los orígenes muy sugerente respecto al sistema actual de producción y distribución a escalas gigantes como las continentales o globales.

Es, exactamente, lo que decía el director del farmers’ market: si se conoce bien la procedencia de los alimentos, hasta las manos que lo han cultivado, se puede saber de inmediato si esas manos han causado algún problema y se puede poner un rápido remedio. En el remolino mundial de productos alimentarios, por el contrario, hoy se tarda casi un mes en averiguar de dónde viene una partida contaminada y dónde ha ido a parar. Y en la incertidumbre es casi automático sentir miedo, miedo sin sentido.

Carlo Petrini
Presidente de Slow Food Internacional

martes, 21 de junio de 2011

Celebramos el solsticio con la Ventana sobre la Utopia

"Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar."
Fernando Galeano