lunes, 26 de abril de 2010

....y era bueno lo que era bello, para entrar en el círculo perfecto en cuyo centro radiante está Dios mirándo su hermosa creación a traves de un alma inmaculada que le hace de espejo, como la de la foto de ayer, Helena de Troya. Otro símbolo mitológico que nos muestra que la paz sólo se alcanza despues de la guerra. La guerra puede consistir en la perfección de un arte que a su vez nos transformará a nosotros. Por ejemplo en pintar una misma montaña una y otra vez y cada día con manos nuevas, transformadas por la pintura anterior. Pintar la montaña desde diversas perspectivas, a diferentes horas del día y de la noche, ofrecersela a un amigo, a un hijo, a un amor sentimental o a lo divino, todo vale mientras consigamos amar y abrir cada día un poco más el horizonte de ese mirar que nos habita dentro. Nos solo el arte nace del sacrificio, sino también el modo en que se aprecia el arte está condicionado por esa capacidad de sacrificio. Un día experimentaremos el azul de la montaña que Cezanne se afanaba en pintar una y otra vez y entenderemos cuánto valieron la pena sus pinceles y óleos, las lágrimas, nuestras letras, la tormenta, la fúria, nuestras incógnitas, las idas y venidas, una y otra vez, una y otra vez por el mismo lugar...

Para saber más de Cezanne y su montaña azul: www.slowcezanne.blogspot.com

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